Una cierva se enamoró de un tigre. Temía acercarse a su amado, eficaz cazador. Cierta tarde, decidida a morir devorada antes que de amor, oculta tras unas ramas, dijo a su amado enemigo:
-Oh, tigre, te amo. Dame una oportunidad. Mírame y permíteme escapar si no te agrado.
-Bueno –aceptó el tigre, que ya había comido.
Atravesó las ramas tras las que se ocultaba la cierva, y permaneció mirándola durante un largo rato.
Luego, la cierva propuso casamiento y el tigre aceptó.
En la fiesta del enlace, cuando los ciervos hubieron bailado y bebido (los tigres no fueron, pues desaprobaban la boda), el tigre se lanzo sobre los amigos y familiares de su reciente esposa, y comenzó a devorarlos uno a uno, sin dificultades.
-¿Qué haces? –gritó desesperada la cierva, cuando ya quedaban pocos de los suyos.
-Si te enamoras de tu enemigo –dijo el tigre-, ten al menos la fidelidad de abandonar a tus amigos.
Marcelo Birmajen.